“La parábola del dragón envenenado”. Thomas Vaughan
Soy un dragón envenenado, que está presente en todas partes pero que es tenido por nada; mi agua y mi fuego disuelven y coagulan. De mi cuerpo, extraerás el león verde y el rojo, pero si no me conoces con exactitud, destruirás tus cinco sentidos con mi fuego. Un veneno muy peligroso y muy rápido sale de mis narices, que ha causado la destrucción de muchos. Separa, pues, artificialmente lo espeso de lo sutil, a menos que te complazcas es una extrema pobreza. Te doy las facultades del macho y la hembra y los poderes celestes y terrestres. Los misterios de mi arte deben realizarse con magnanimidad y con un gran coraje, si es que quieres dejar que sobrepase la violencia del fuego en la prueba en la que muchos han perdido sus trabajos y su sustancia. Soy el huevo de la naturaleza, que sólo conocen los sabios, los que son piadosos y modestos, que de mí hacen un pequeño mundo. Fui ordenado, por Dios todopoderoso para los hombres, pero si bien muchos me desean, sólo me doy a muy pocos, a fin de que puedan ayudar a los pobres con mis tesoros, y que no apliquen su espíritu al oro que perece. Los filósofos me llaman “Mercurio”, mi esposo es el oro filosófico. Soy el viejo dragón presente en todas partes sobre la superficie de la tierra. Soy padre y madre, joven y viejo, débil y no obstante muy fuerte, vida y muerte, visible e invisible, duro y blando, que desciende a la tierra y se eleva a los cielos, altísimo y bajísimo, ligero y pesado. En mí, el orden de la naturaleza a menudo se invierte en color, número, peso y medida. Tengo en mí la luz de la Naturaleza. Soy oscuro y brillante, surjo de la tierra, vengo del cielo, soy muy conocido, y no obstante soy una simple nada. Todos los colores, todos los metales brillan en mí por los rayos del sol. Soy el carbunclo del sol, una tierra noble y clarificada mediante la cual podrás cambiar el cobre, el hierro, el estaño y el plomo en oro muy puro.
Extracto: http://www.arsgravis.com/?p=7731
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Imagen: Medieval Lindorm Dragon, 15th century, from the alchemical scrolls of Sir George Ripley
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