...¿Pero qué otra explicación puede tener la historia? Demian me dio otra palmada en el hombro. -Muy sencilla. Lo que existió en un principio y constituyó el punto de partida de la historia fue la señal. Había un hombre cuyo rostro mostraba algo especial, algo que inspiraba miedo a los demás. No se atrevían a tocarle y se sentían cobardes ante él y ante sus hijos. Pero desde luego, no se trataba de una señal efectiva en la frente, de algo así como un sello de Correos; en la vida no suelen pasar las cosas tan toscamente. Se trataba más bien de algo inquietante, apenas perceptible, de un poco más de inteligencia y de osadía en la mirada. Aquel hombre era poderoso e infundía temor. Tenía una “señal”. Uno podía explicarse aquello como quisiera. Y “uno” quiere siempre lo que le es más cómodo y le da la razón. Se tenía miedo a los hijos de Caín, marcados con una “señal”, y se explicó aquella señal, no como lo que realmente era, como una distinción, sino como todo lo contrario. Se dijo que lo